domingo, 31 de diciembre de 2017
Donde el amor germina y crece por Mons. Ciriaco Benavente
Concurso Belenes Escolares
domingo, 24 de diciembre de 2017
El sentido de la Navidad
martes, 5 de diciembre de 2017
Adviento - Es tiempo del SÍ
domingo, 3 de diciembre de 2017
La palabra de ... Mons. Ciriaco Benavente
domingo, 26 de noviembre de 2017
Encuentro Diocesano de Jóvenes
La palabra de ...
domingo, 19 de noviembre de 2017
Resumen del Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de los Pobres
NO AMEMOS DE PALABRA SINO CON OBRAS
domingo, 12 de noviembre de 2017
La palabra de ... Mons. Ciriaco Benavente
Venimos a este mundo en una familia que nos acoge con ternura y amor. La familia es lo primero que encontramos y lo último de que nos despedimos. En la familia crecemos, somos educados, absorbemos los valores que configuran nuestra existencia. A pesar de encontrarnos en un momento histórico en que la familia no es protegida ni estimada siempre ni por todos, no hay sondeo de opinión que no señale la altísima estima de que goza la familia.
Dios, que en sí mismo es amor, relación, comunión de personas, nos hizo a su imagen y semejanza, para ser y hacer familia: "Creó Dios al hombre a su imagen y semejanza..., hombre y mujer los creó" (Gn.1,27). Por eso, en el corazón de cada hombre y de cada mujer se alberga un deseo de plenitud que solo se alcanza en el encuentro y la comunión de vida y amor con el otro, con los otros, con Dios.
Lo de la Iglesia-familia no es, pues, algo coyuntural u opcional; responde a la voluntad creadora del Dios que es amor, y que nos hizo para vivir en el amor. El Concilio Vaticano II dice que la Iglesia "es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad del género humano" (LG,1).
En esta Iglesia de Albacete habéis nacido muchos de vosotros a la fe; aquí vuestra vida cristiana es alimentada en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía; aquí os habéis unido en matrimonio para formar una familia cristiana; aquí sois fortalecidos con la esperanza de la vida eterna. A pesar de nuestros pecados, somos una buena familia, que, a la vez que intentamos vivir nuestra fraternidad eclesial como miembros de un mismo cuerpo, queremos colaborar para hacer de este mundo la gran familia de los hijos de Dios. Nuestra Iglesia, por eso, abre los brazos a todos, empezando por los más necesitados, sin limitación ninguna por razones de religión, color o estado social. Queremos ofrecer a todos, sin ningún tipo de imposición, la alegría del Evangelio, como un don que también nosotros hemos recibido. El tesoro del Evangelio es capaz de cambiar el corazón del hombre y el mundo.
Hay todavía muchas personas que no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. Y hay un número importante de bautizados en quienes se ha ido deteriorando la relación con Dios y con la Iglesia, necesitados, pues, de una nueva evangelización. Por eso estamos empeñados en la Misión Diocesana, aprendiendo a ser discípulos-misioneros. Porque poco podría lograr nuestra Iglesia sin los presbíteros y los diáconos, sin la riqueza de la vida consagrada, que es como la caricia de Dios a los pobres; sin los numerosos fieles laicos, que sois la cantera inagotable de colaboradores generosos en las variadas y numerosas tareas de nuestras parroquias e instituciones.
Queremos hacer cada día más real lo de ser una gran familia contigo, con cada uno de los diocesanos. Y, al decir "contigo", queremos decir, sencillamente, que te necesitamos, que eres parte nuestra, miembro del mismo cuerpo, como diría san Pablo. Esta Jornada anual pretende eso, ayudarnos a avanzar en el sentido de pertenencia, de corresponsabilidad y de colaboración. En medio de la intemperie espiritual en que nos toca vivir, queremos llevar adelante, entre todos, como familia diocesana, el encargo que Jesús nos dejó como herencia y tarea a la Iglesia.
Agradezco la generosidad de tantos que ofrecéis vuestra persona, vuestro tiempo y vuestra ayuda económica para la vitalidad y mantenimiento de nuestra Iglesia. ¡Gracias!
sábado, 11 de noviembre de 2017
domingo, 29 de octubre de 2017
Más luz y menos zombis
Confieso mi pecado... en estos días también me sobreviene la lucha. Una lucha contra zombis, oscuridades y muertes. Es como una batalla entre el bien y el mal. La luz y la oscuridad. La tristeza y la alegría. Mi corazón se parece a las películas donde aparentemente ganan los malos. Y es ahí donde siempre queda la mirada al cielo y la sonrisa a Dios: ¡Gracias Señor por ser Dios de vivos y no de muertos!
La fiesta de los Santos es día de luces y oraciones. Me encanta celebrar la Eucaristía y rezar por mi gente con un agradecimiento a Dios y recordando el modelo de vida de aquellos que han sido de los mejores por su sencillez de vida. Es la fiesta del 1 de noviembre.
El día 2 de noviembre vuelvo a celebrar la Eucaristía y esta vez, vuelvo a rezar por los difuntos para que Dios los tenga en su corazón, un corazón de Padre bueno. Un corazón de vida.
domingo, 22 de octubre de 2017
Día del DOMUND
viernes, 29 de septiembre de 2017
Video actividades y donativos Semana Solidaria 2017
lunes, 11 de septiembre de 2017
domingo, 30 de julio de 2017
Ante el incendio de Yeste
La geografía de la provincia de Albacete es hermosa y variada. Hay espacios a los que el verano, casi siempre largo y seco, convierte en áridos y pardos. Pero hay rincones y comarcas donde la vegetación conserva el verdor lujurioso de una primavera perenne. Así sucede en la extensa serranía del Segura.
Está finalizando un mes de julio tórrido como pocos. Tórrido y ardiente, porque ahora mimo está en llamas la hermosa comarca Yeste, uno de los más bellos y fecundos laboratorios de oxígeno en la Mancha: salud para el cuerpo y solaz para el alma. Y escucho con honda tristeza que desalojaron un campamento de Scouts, y que se sigue desalojando a los vecinos de las aldeas que corren algún riesgo.
En no pocos incendios existe la sospecha de intencionalidad y de premeditación. Si esto es así, habría que preguntarse qué está pasando en la conciencia de estas personas, qué secreta maldad se ha instalado en sus corazones, qué extrañas frustraciones o desvíos son capaces de originar una maldad tan gratuita y tanto sin sentido.
Cuando asistimos a estos desastres, no nos hace ni chispa de gracia el viejo chiste, que circuló por los años ochenta: -Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema, señor conde'-. Y no nos hace gracia porque la naturaleza es la casa grande que Dios ha preparado para todos sus hijos. Amén de las pérdidas materiales que los incendios suponen para los municipios y los particulares, a todos se nos quema algo. Y gracias a Dios si no hay pérdida de personas, como en este caso.
Contemplando en alguna ocasión lo que hasta ayer había sido un vergel y hoy era un triste e inmenso cenicero, me venían a la memoria los versos de aquel poeta malogrado, que supo de sequías y sudores: 'Se calcinan las frondas y los pájaros. / No se ve una sonrisa de frescura, …/ una lombriz, un junco ni una caña. / Dan ganas de llorar ver este mundo/sin un valle, ni un monte ni una orilla / donde el rebaño pueda abrir la boca (M. Hernández).
Todo incendio injustificado es un desastre ecológico que afecta a la casa común, pues no en vano 'ecología' procede de la palabra griega que significa casa. Uno imagina la desolación de los ancianos, que vieron crecer con ellos pinos, brezos y robledales. Imagino la amarga frustración de los hijos del pueblo que emigraron, y que, en estos mismos días, vuelven a la aldea soñando con el clima y el paisaje. Seguro que este año las fiestas patronales de agosto van a estar teñidas de tristeza.
Me cuenta algunos de los sacerdotes que se están dando gestos admirables de solidaridad y de acogida; que está siendo incansable la dedicación y el empeño de pilotos, bomberos y particulares; que las autoridades correspondientes no han escatimado cercanía y promesas, que los pueblos esperan que se hagan realidad. Siempre entre las cenizas pueden brotar flores; siempre la gracia resplandece en medio de la desgracia.
Me alegra que, desde el primer momento, nuestras parroquias, sus salones parroquiales y sus servicios de Cáritas hayan estado disponibles para la cogida y la ayuda incondicional.
La Iglesia de Albacete se une al dolor de los pueblos y aldeas afectados, expresa su cercanía a todos y ora para que, incluso en el infortunio, siga viva la esperanza que siempre ha acompañado a la sufrida gente de la sierra. Esperamos que, con el empeño de todos y con la ayuda de los organismos pertinentes, las tierras calcinadas recobren la fecundidad, la frescura y la belleza que ha sido orgullo de sus habitantes y admiración de sus visitantes.
D. Ciriaco Benavente