Necesitamos volver al primer anuncio
José Antonio Cano
Estamos viviendo, en este momento, una hora
de gracia y también de responsabilidad. La llamada a la Nueva Evangelización es
ante todo una llamada a la conversión. Hoy más que nunca, en nuestra tarea
evangelizadora, necesitamos volver al kerigma, al primer anuncio: “Jesucristo te
ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte,
para fortalecerte, para liberarte”. Cuando a este primer anuncio se le llama “primero”
eso no significa que está al comienzo y después se olvida o se reemplaza por otros
contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el
anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras
y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de
la catequesis, en todas sus etapas y momentos. Así nos lo recordaba el papa Francisco
en el número 164 de su Exhortación “Evangelii Gaudium”.
El kerigma es
el servicio principal que debe realizar la Iglesia. La evangelización debe
contener siempre una clara proclamación de que en Jesucristo, se ofrece la salvación
a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios.
En su
Discurso Inaugural para la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano,
realizada en Santo Domingo, en 1992, el papa San Juan Pablo II fijó una idea motriz
que impulsa la necesidad de acometer con valentía y creatividad una evangelización
nueva, no convencional, no rutinaria, que permitiera que el mensaje de Jesucristo
llegara a las personas y sectores que no están siendo suficiente y eficazmente considerados.
Necesitamos una Nueva Evangelización, nueva en sus métodos, nueva en su ardor y
nueva en su expresión.
Hablar de
nuevo ardor es hablar del fuego del Espíritu Santo que enciende en nosotros el
deseo de inundarlo todo con la presencia del resucitado. De igual manera que
habrá que buscar los métodos adecuados que respondan a las características del
hombre de hoy, abandonando aquellos métodos y expresiones que quizás en otro
tiempo sirvieron pero que hoy ya no contribuyen a hacer discípulos.
Si se trata de
realizar el anuncio central de la salvación habrá que cuidar a los agentes de este
anuncio. El evangelizador ha de tener ciertas actitudes que ayuden a acoger mejor
el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no
condena. (EG, 165)
Desde aquí
animamos a todos a dejarse transformar interiormente y llevar a cabo con
generosidad, audacia, valentía y creatividad la con- versión pastoral necesaria
para que el Evangelio llegue al hombre de hoy.