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En la fiesta del Corpus Christi, los
cristianos adoramos la presencia
real de Jesucristo muerto y resucitado por nuestra salvación bajo las especies sacramentales del pan y del vino
consagrados. En este día acogemos la
invitación de Cáritas a crecer como comunidad de hermanos y a participar en
la Eucaristía, sacramento de comunión
con Dios y con nuestros semejantes.
De este modo, cuantos comemos de un
mismo pan no sólo somos invitados a
formar un solo cuerpo, sino a crecer en
la espiritualidad de comunión que dé
sentido y anime nuestro compromiso
social en favor de los que sufren", saludan los obispos.
En el Mensaje, titulado "Llamados
a ser comunidad", los obispos invitan a "crecer en la espiritualidad de comunión que dé sentido y anime nuestro
compromiso social en favor de los que
sufren", tal y como reza el mensaje de
Cáritas para el Día de la Caridad.
La Comisión Episcopal de Pastoral Social abunda en la necesidad de "superar nuestros intereses individuales, los comportamientos autorreferenciales y colaborar con el Señor en la construcción de un mundo en el que la
experiencia del amor de Dios nos permita vivir la comunión y construir una
sociedad más justa y fraterna".
Con Cáritas, la Conferencia Episcopal Española recuerda que "la comunidad es el ámbito donde podemos
acompañar y ser acompañados, donde
podemos generar presencia, cercanía y
un estilo de vida donde el que el que
sufre encuentre consuelo, el que tiene
sed descubra fuentes para saciarse y el
que se siente excluido experimente
acogida y cariño". Solo en la comunidad "podemos responder al mandato
de Jesús, que nos mandó dar de comer al hambriento" e "implicarnos en el desarrollo integral de los pobres, buscando los medios adecuados para
solucionar las causas estructurales de
la pobreza".
"Ahora bien, si queremos ser ámbito de comunión y constructores de
comunidad", añaden los obispos, "necesitamos cultivar una verdadera espiritualidad de comunión al estilo
de aquellos primeros cristianos que vivían unidos y lo tenían todo en común, porque eran asiduos en la enseñanza de los apóstoles y en la fracción
del pan".
Una "espiritualidad de comunión" que supone "ver ante todo lo que hay
de positivo en el otro, para acogerlo y
valorarlo como regalo de Dios: un don
para mí. Además de ser un don para
el hermano que lo ha recibido directa- mente".
Por ello, el mensaje nos invita a que "promovamos cauces para vivir la comunión con los que sufren", defendiendo "nuestra identidad y nuestra
dignidad personal". Y es que "el mayor
problema no está sólo en la pobreza,
sino en la pérdida de la dignidad humana que se esconde detrás de la pobreza y que afecta a quienes la sufren
y a quienes la generan". Del mismo
modo, los obispos animan a "sentirnos
solidarios con la realidad global de
nuestro mundo, sabiendo que el cuidado de nuestra vida, de las relaciones
con la naturaleza y de la casa común
es inseparable de la justicia, la fraternidad y la fidelidad a los demás".
De igual forma, señalan, "no estamos en el mundo sólo para dar pan o
para promover un simple desarrollo
económico". Además de pan, escriben
los obispos, "necesitamos Palabra, relación, comunicación, comunión y sentido. Necesitamos a Dios y nos necesitamos unos a otros. Por eso, decimos
que estamos al servicio del desarrollo
humano integral", que "integre a todos
los pueblos de la tierra, que integre la
dimensión individual y comunitaria, la
dimensión corporal y espiritual del ser
humano, sin absolutizar al individuo
ni masificarlo, sin reducir el desarrollo
al crecimiento económico y sin excluir
a Dios de la vida del hombre".
Este compromiso anima a "reaccionar ante las injusticias sabiendo que no
es suficiente atender a las víctimas. Es
necesario incidir en el cambio de las
reglas de juego del sistema económicosocial".
Así, citando al papa Francisco,
los obispos subrayan que "no basta con
transformar las estructuras, necesitamos dejarnos afectar por los pobres
y desde ellos transformar también
nuestros criterios y actitudes, nuestro
modo de pensar y de vivir".
En lo referente a la economía, la
Iglesia muestra su preocupación por
"una sociedad centrada en el Dios dinero", de modo que los obispos piden
"seguir abriendo caminos a otra economía al servicio de la persona que promueva al mismo tiempo la inclusión
social de los pobres y la consolidación
de un trabajo decente como expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer".
Finalmente, los obispos reclaman una mística "de ojos abiertos a Dios
y a los hermanos, no una mística sin
nombre y sin rostro, como algunas de
moda. Una mística buscadora de ros
tros, al estilo de Jesús, que se adelanta
a ver el rostro de los oprimidos, sale al
encuentro de los que sufren y es buena
noticia para los pobres".