domingo, 20 de marzo de 2016

La palabra de... Antonio Pérez

Ramos, olivos, la jofaina, la cruz y el pan la luz
El domingo de Ramos o de Pasión, en el que comienza la Semana Santa, debe de ser visto por los cristianos, como el momento para proclamar a Jesús como el pilar fundamental de sus vidas, tal como lo demostró la gente de Jerusalén al seguir a Cristo. Asimismo, las ramas de olivo y palmas, representa la fe de la Iglesia en Cristo, la proclamación de Jesús como el Rey de Cielo y Tierra y, sobre todo, de la vida del cristiano.
La eucaristía de este domingo vive dos momentos importantes: al principio, con la procesión de las palmas y ramos de olivo y la bendición de las mismas por parte del sacerdote en cuanto que preside la procesión y la Palabra que evoca la Pasión del Señor, este año con el evangelio de San Lucas. El color litúrgico del domingo de Ramos es el rojo, ya que se conmemora el sublime martirio de Jesús.
La Palabra ocupa gran parte del tiempo de la liturgia de este día. San Lucas no habla de palmas ni olivos, sino de gente que iba alfombrando el camino con sus mantos, como se recibe a un rey, gente que gritaba: “Bendito el que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto”. Y proclamando la pasión y muerte escuchamos por boca de Jesús en el madero de la cruz sus últimas palabras: “Padre a tus manos encomiendo mi vida” nueva semilla que debe empujar el remo evangelizador de la Iglesia en el mundo. 
El domingo de Ramos, pórtico de la Semana Santa, que celebraremos el Triduo Pascual: 
Jueves Santo con la Misa de la Cena del Señor recordamos, toda la comunidad reunida, la última Cena de Jesús, la institución de la Eucaristía y del Orden Sacerdotal, y el mandamiento del amor.
Viernes Santo con lo que popularmente llamamos “Oficios”, sin celebrar propiamente la Misa, sí que proclamamos el misterio de la Cruz, en las lecturas de la Palabra de Dios. Invocamos la salvación del mundo por la fuerza de la Cruz. Adoramos la Cruz del Señor Jesús.Y finalmente participamos del misterio de la Cruz, del Cuerpo entregado y comulgando de Él. La Pasión de Cristo es pues, proclamada, invocada, venerada y comulgada.
El Sábado Santo no tenemos celebraciones litúrgicas en recuerdo de la muerte de Jesús. Es día de silencio. Para llegar, bien entrada la noche, a la celebración más importante del año cristiano la Vigilia Pascual, la Resurrección del Señor. Ya en la Didascalia de los Apóstoles leemos: “Durante toda la noche (del sábado al domingo) permaneced reunidos en comunidad, no durmáis, pasad toda la noche en vela, rezando y orando, leyendo los profetas, el evangelio y los salmos, en un clima de súplica incesante”. Noche y día de inmensa alegría celebrando el motivo de nuestra fe: La Resurrección del Señor que garantiza la nuestra.