"Nacimos para ser valientes y
llegar a ser felices"
REGUNTA. ¿Cuándo descubristeis vuestra vocación?
Juan José: La verdad es
que la vocación la sentí desde muy niño, pero descubrirla como tal, como la opción
que iba a tomar en mi vida
fue cuando tenía 19 años y
estaba haciendo mi segundo
año de Historia en Alicante.
El descubrir de mi vocación,
como todas, fue un continuo
avanzar paso a paso hasta llegar a ver de forma más o menos clara el plan de Dios para
mí entre todos los que se me
presentaban delante.
Alejandro: En mi camino vocacional, el pistoletazo
de salida fue mi primer día
como monaguillo, un día
que ni mucho menos tenía
pensado salir, pero por “causalidad”, allí estaba. Desde
entonces, participaba activamente en la parroquia, y
gracias a eso, fui en 2005 a
mi primer campamento en el
Sahuco, lugar que me ayudó
a descubrir mi vocación y su
llamada. Jesús usa todos los
medios para llamarte, pero
hay que abrir los oídos y el
corazón para para decir: Señor, aquí estoy, dispuesto a
todo.
Rubén: La vocación estuvo presente desde muy temprana edad, solo que la res- puesta ha sido tardía. Pero el
tiempo siempre es favorable
para ello, nunca es tarde.
Saúl: Desde pequeño he sentido ganas de entrar al seminario. Con el paso de los
años se iba reafirmando esas
ganas de entrar y esa pregunta de ¿por qué no podía
ser sacerdote? Gracias al testimonio de los seminaristas
que vienen en Semana Santa y ver su alegría me preguntaba que por qué no podía vivir
yo esa alegría. Y a partir de
ahí este año me he decidido
a entrar y espero que esta vocación dé fruto abundante.
Martín: Tengo que decir que yo no he estado muy vinculado a la parroquia, pero
tras un viaje a Roma empecé
a tener más relación con los
sacerdotes de mi pueblo y un
día estando yo en el trabajo,
tuve una conversación con
el párroco a la cual no le di
mucha importancia pero que
al cabo de unos días empezaron a surgirme preguntas
y tras un discernimiento con
los sacerdotes de La Roda
(hoy día sigo con ese discernimiento en el Seminario),
pude dar este gran paso en
mi vida.
P. ¿Qué os aporta la vida de seminario?
Ángel: Saber que estoy donde el Señor me quiere,
me aporta paz, felicidad y
alegría. Además me posibilita un conocimiento de Dios
desde la fe y la razón.
Álvaro: La vida de seminario aporta a uno conocimiento de sí. Pero más que
aportarme algo yo diría que
me está enseñando muchas
cosas. Primero a conocerme
más a mí, a saber convivir, a
saber relacionarme con Dios
y a conocerlo más y conociéndolo amarlo más.
Alejandro: Sobre todo
alegría, la alegría de ser llamado por Jesús y poder darlo
a conocer a todos junto con
mis compañeros.
P. ¿Qué sacerdote es el que necesita la Iglesia de
hoy?
Juan Ángel: Un sacerdote
dispuesto a ponerse en camino dispuesto a salir a
las periferias
y a entablar un diálogo fecundo
con todas las personas.
Juan José: La Iglesia de hoy y de todos los tiempos
necesita un único tipo de
sacerdote: el del sacerdote
según el corazón de Cristo.
“Os daré pastores según mi
corazón”. Un sacerdote así es
un sacerdote cuyo corazón y
cuya vida ha entregado totalmente a Dios y los demás,
que no duda en tender su
mano a quien necesite ayuda,
se la pida o no, se la agradezca o no. Un sacerdote así es
testigo y presencia del amor
y de la luz de Dios en medio
de un mundo ensombrecido
por el mal.
Rubén: Yo creo que el sacerdote de hoy debe ser
el que ha experimentado el
encuentro con Dios. En él
los demás deben poder ver a
Dios. Todo desde el servicio.
P. ¿Qué le diríais a un joven que siente la llamada al
sacerdocio?
Saúl: Que sea valiente que no tenga miedo y que se atreva a seguir a Jesucristo para
así servir a los hermanos y
hacer una sociedad más humana.
Juan José: Lo de siempre, el tópico que es verdad, y no
porque se hace verdad por
repetirlo. Que sea valiente,
que se entregue del todo al
seguimiento de Cristo. Dios
no nos quita nada, y lo que
mucha gente ve cómo pérdida Él se encarga de dárnoslo
por otro lado y con creces.
Es normal sentir miedo en la
vida, pero si tenemos la seguridad de que esto es de Dios,
de que nos acompaña en el
camino, ¿qué nos impide
lanzarnos hacia la felicidad?
Nacimos para ser valientes
y llegar a ser felices, no para
vivir atemorizados y lamentándonos por lo que podríamos haber sido y no somos.
Álvaro: Si un joven sintiese hoy la llamada al sacerdocio lo primero que le diría
es que rece. Después que no
tenga miedo, que sea valiente pues está respondiendo
a aquel que desde el principio está pensando en él.
Adelante, como dijo San
Juan Pablo II: “No tengáis
miedo, merece la pena dar
la vida por Cristo”.