lunes, 9 de mayo de 2016

La palabra de... P. José Arenas O.F.M.

La alegría del amor
Muchas cosas se pueden decir de esta Exhortación pastoral del papa Francisco. Unos se acercan a su pensamiento; otros dicen lo que él no ha dicho y otros se han limitado a interpretarlo. Para mí y para otros muchos la palabra sería “reintegrar”. Reintegrar serviría para resumir el contenido de ‘Amoris laetitia’, la Exhortación Pastoral del papa Francisco sobre el amor en la familia. Reintegrar es un término perfecto en ese contexto. Significa “restituir”, “reconstruir”, “recobrar”. Y dice el Papa que eso es lo prioritario cuando un creyente habla de la familia, tanto de los hogares bien estructurados como de aquellos otros que sufren las consecuencias de las mil plagas que amenazan hoy a quienes se quieren. O creen quererse. O quieren quererse. La Iglesia tiene el encargo de parte de Jesucristo de restituir la dignidad a quienes viven como si la hubieran perdido por culpa de sus fracasos matrimoniales. Está llamada a reconstruir la vida de los que se han derrumbado bajo el peso de las relaciones tóxicas, esas que sellan el amor a golpes en la cara o en el alma. Y ha de empeñarse en recobrar para la comunidad a quienes se sintieron expulsados —o lo fueron literalmente— por aquellos que aún no han aprendido a ver por dentro a las personas, como hace Dios. El texto de la Exhortación pasará a la historia de la Iglesia porque está pensada y escrita desde la verdad, con una simplicidad que es sólo aparente. Antes de redactarla, el Papa oyó las opiniones de los padres sinodales, obispos de todo el mundo, y se percibe que luego se sentó a escuchar a Dios. Y que también hizo memoria de todos los dolores viejos y nuevos que conoce: los de miles de parejas y de hombres y mujeres que no han encontrado la alegría en el amor, sino que lo han experimentado como un íntimo calvario.
Lo fácil habría sido condenar por sistema a todos y en todos los casos. Hubo quienes lo pidieron cuando se cocinaba el texto. A menudo, aquellos y aquellas que nunca han amado se han erigido en jueces con potestad para encerrar en una jaula de castigo de por vida a quienes se les rompió el amor. Pero el camino que ha elegido la Iglesia es otro. La Iglesia ha escogido levantar al que se tambalea y al que ya ha caído, ofrecerle misericordia. No hay divorciados ni divorciados vueltos a casar ni comunión o no para los divorciados que estrenan pareja. Lo que hay son personas, con historias concretas, con circunstancias singulares sobre las que hay que dialogar con cada una. Personas, la mayor parte de ellas, víctimas a las que se ha tratado como culpables. Personas, no temas. Hijos de Dios, no cuestiones a resolver. El Papa dice que la Iglesia elige amar, como Dios. Un cristiano, o elige “reintegrar”, devolver lo que es justo a quien ha sufrido, o no es de Cristo. Paz y Bien.