Los sistemas educativos nacionales surgen en Europa a
principios del siglo XIX y sólo a finales de ese siglo empiezan a
consolidarse y revestir verdadera
importancia. La historia de la educación, en general, y de la escuela
de iniciativa social, en particular,
no puede escribirse sin reconocer
el papel fundamental de la Iglesia
Católica en extender el concepto
mismo de enseñanza para todos,
muy especialmente, para los más
necesitados.
Estos son algunos hitos fundamentales del desarrollo de la escuela católica en Europa: En 1548 se
crea en Mesina (Sicilia) el primer
colegio público de la Compañía de
Jesús. En 1597 se fundan en Roma
las Escuelas Pías, la primera escuela pública popular católica, cuya
finalidad es no sólo enseñar a todos, sino hacerlo allí donde nadie
lo hace: las pequeñas ciudades, los
pueblos y los barrios pobres. En
1679, San Juan Bautista de La Salle
funda la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas
“dirigidas a los pobres, pedagógicamente innovadoras”.
El 28 de octubre de 1965 el
Concilio Vaticano II aprobó la declaración Gravissimum educationis
sobre la educación cristiana. Ella
establece el elemento característico
de la escuela católica: «Esta persigue, en no menor grado que las
demás escuelas, los fines culturales
y la formación humana de la juventud. Su nota distintiva es crear un
ambiente en la comunidad escolar
animado por el espíritu evangélico de libertad y caridad, ayudar a
los adolescentes para que en el desarrollo de la propia personalidad
crezcan a un tiempo según la nueva criatura que han sido hechos por
el bautismo, y ordenar, finalmente,
toda la cultura humana según el
mensaje de salvación, de suerte que
quede iluminado por la fe el conocimiento que los alumnos van adquiriendo del mundo, de la vida y
del hombre».
La escuela concertada católica encuentra su justificación en la
misión misma de la Iglesia, proclamando su mensaje evangélico,
exponiendo los valores de la educación cristiana, basándose para
ello en un proyecto en el que se integran armónicamente fe, cultura y
vida. Desde sus inicios, la Escuela
católica hace una opción por los
más desfavorecidos desde el punto de vista social y económico; hoy
esta preferencia debe mantenerse
y abrirse a las nuevas pobrezas de
nuestra sociedad actual, porque
está llamada a mostrar una nueva
concepción del hombre y del mundo, basada en el amor de Dios. Hoy
esto se refleja especialmente en la
apertura de estos centros a la escolarización del alumnado inmigrante.
El inestimable servicio que presta la escuela concertada es altamente valorado por la sociedad
a tenor de la elevada demanda de
plazas y de la alta función social de
determinados centros como puede
ser el caso del colegio gestionado
por la Fundación Diocesana de Enseñanza Virgen de los Llanos.
Cuando en 1978 se debatía en el
Congreso sobre cómo debería ser
el art. 27 de la Constitución y finalmente se aprueba el primer punto
de dicho artículo “todos tienen derecho a la educación. Se reconoce
la libertad de enseñanza” lo que
realmente se reconoció fue una libertad señera, que está en la encrucijada de la libertad de creencias,
de la libertad de pensamiento, de la
libertad de expresión, de la libertad
de difundir la cultura; en suma una
auténtica libertad de libertades.
Pues bien, la existencia de la escuela concertada en España hace real
y efectivo este artículo de nuestra
Constitución.