miércoles, 27 de abril de 2016
domingo, 24 de abril de 2016
Semana Solidaria 2016: Comenzamos...
Os presento al fichaje estrella para nuestra semana solidaria 2016. Se han ofrecido a patrocinar las actividades solidarias y ceden su imagen para su promoción. Seguro que no hace falta deciros quienes son. Bienvenid@s tod@s y ¡¡que empiecen los juegos!!
La palabra de... D. Ciriaco Benavente
La señal por la que nos concerán
Parece un contrasentido retrotraerse, en medio del tiempo pascual, a las últimas horas que Jesús vivió con sus discípulos antes de padecer, para escuchar, como en el Jueves Santo, el mandato del amor. No lo es, porque el amor es una singular experiencia pascual: “Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida en que amamos a los hermanos” (1 Jn 3,14). O aquello otro: “Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas” (1 Jn 2, 9).
Volvamos, pues, al Cenáculo. Jesús habló largo y tendido con los suyos. Uno se imagina a los discípulos interrumpiendo varias veces la conversación para hacer a Jesús preguntas que los quemaban por dentro. ¿Qué te va a pasar? ¿Por qué tienes que sufrir? ¿Nos volveremos a ver? ¿Qué va a ser de nosotros sin ti?
Tanto en las palabras de Jesús como en las preguntas de los discípulos se adivina la tristeza y el desconcierto por la separación de aquel de quien se habían fiado: “Estoy todavía con vosotros, pero dentro de poco ya no me veréis. Pero no os dejaré huérfanos”. Hacía falta infundirles confianza sin escamotear lo que se avecinaba.
La escena tiene toda la ternura de la despedida de un padre o una madre, que, todavía lúcidos, se despiden de los suyos antes de morir. Confían a sus hijos lo que les parece más importante, las encomiendas y los consejos que no han de olvidar nunca, el camino que han de seguir. Así es como Jesús se dirige a los discípulos de la primera hora y a los de todos los tiempos. Así hemos de acoger sus palabras, como palabras con sabor a testamento, como manifestación de últimas voluntades.
No fijamos especialmente en dos frases del evangelio de este domingo. La primera tiene que ver con Jesús mismo. Imaginemos a Jesús pronunciándola en el momento en que Judas ha salido para ultimar la traición: “Ahora el Padre me glorifica, y yo glorifico al Padre”.
En esa hora dramática en que va a ser entregado en manos de sus enemigos habla de glorificación. Eran palabras incomprensibles para los discípulos; sólo las comprenderán más tarde. ¿Cómo iban a entender aquellos hombres, que todavía pensaban tan a lo humano, que aquel momento de aparente impotencia fuera hora de gloria, que aquel aparente sin-sentido estuviera lleno de sentido? ¿Nos creemos nosotros que en cualquier situación de impotencia y de cruz puede estarse gestando una hora de plenitud y de gloría, porque, como dice san Pablo, todo coopera al bien de los que aman a Dios? ¿Somos capaces de hacer esta lectura cuando arrecian las amenazas o cuando somos puestos en la picota de la opinión pública? En el fondo nos está invitando a fiarnos de él como él se ha fiado del Padre.
La segunda frase que nos lega en testamento tiene que ver con nosotros: “Hijos míos, amaos unos a otros como yo os he amado”. ¿No es ésta una de las recomendaciones más hermosas que los padres confían a sus hijos antes de morir?
Da la impresión de que, en ese momento, Jesús se olvidara de lo que se le viene encima, que la única aflicción que pesara sobre él fuera que se rompiera la fraternidad, que sus discípulos, a los que llama tiernamente hijos, no se entendieran entre ellos, que la discordia y el odio arruinaran la fuerza del amor.
En la hora del adiós, Jesús no nos deja un catálogo de normas, ni siquiera dice cómo había de organizarse la comunidad futura. Simplemente hace un ruego, que repite insistentemente, como estribillo de despedida: que nos amemos tan de verdad y tan sinceramente como Él nos ha amado. “Esa será la señal por la que se conocerá que sois discípulos míos”.
Cuenta una preciosa leyenda que san Juan, ya muy anciano, casi centenario, cuando visitaba las comunidades, apoyado en su bastón, no dejaba de repetir con voz temblorosa las mismas palabras que había conservado y repetido en su evangelio y en sus cartas. “Amaos unos a otros”.
¡Admirable la despedida de Jesús y su encargo de amarnos! Ese tendría que ser el gran signo pascual de los cristianos ante el mundo.
domingo, 17 de abril de 2016
La palabra de...Mª Caridad Navarro
El sentido de la escuela concertada
Los sistemas educativos nacionales surgen en Europa a
principios del siglo XIX y sólo a finales de ese siglo empiezan a
consolidarse y revestir verdadera
importancia. La historia de la educación, en general, y de la escuela
de iniciativa social, en particular,
no puede escribirse sin reconocer
el papel fundamental de la Iglesia
Católica en extender el concepto
mismo de enseñanza para todos,
muy especialmente, para los más
necesitados.
Estos son algunos hitos fundamentales del desarrollo de la escuela católica en Europa: En 1548 se
crea en Mesina (Sicilia) el primer
colegio público de la Compañía de
Jesús. En 1597 se fundan en Roma
las Escuelas Pías, la primera escuela pública popular católica, cuya
finalidad es no sólo enseñar a todos, sino hacerlo allí donde nadie
lo hace: las pequeñas ciudades, los
pueblos y los barrios pobres. En
1679, San Juan Bautista de La Salle
funda la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas
“dirigidas a los pobres, pedagógicamente innovadoras”.
El 28 de octubre de 1965 el
Concilio Vaticano II aprobó la declaración Gravissimum educationis
sobre la educación cristiana. Ella
establece el elemento característico
de la escuela católica: «Esta persigue, en no menor grado que las
demás escuelas, los fines culturales
y la formación humana de la juventud. Su nota distintiva es crear un
ambiente en la comunidad escolar
animado por el espíritu evangélico de libertad y caridad, ayudar a
los adolescentes para que en el desarrollo de la propia personalidad
crezcan a un tiempo según la nueva criatura que han sido hechos por
el bautismo, y ordenar, finalmente,
toda la cultura humana según el
mensaje de salvación, de suerte que
quede iluminado por la fe el conocimiento que los alumnos van adquiriendo del mundo, de la vida y
del hombre».
Los jóvenes de Castilla La Mancha viven la alegría de la fe
Los jóvenes cristianos de Castilla la Mancha celebraron este fin de semana su encuentro regional en Guadalajara con el lema “Bienaventura2”. Más de un millar de jóvenes llenaron las calles de la capital de la Alcarria meditando la Misericordia y preparando la Jornada Mundial de la Juventud, JMJ de Cracovia.
El encuentro regional tenía unos claros objetivos: conocer y convivir como hermanos de una misma región, reflexionar y potenciar los valores que tienen a su edad y fomentar la amistad con juegos, danzas, cantos, reflexiones, celebraciones…
El encuentro comenzó el sábado con la acogida y presentación del Encuentro. Por la tarde, los jóvenes realizaron acciones sociales de voluntariado en veintitrés centros asistenciales, mientras que los adolescentes tuvieron una ghymkana testimonial por varios parques de la ciudad. El día finalizaba con una oración en distintas parroquias y un concierto en el parque de la Concordia donde los jóvenes y todo Guadalajara pudieron disfrutar de la alegría de la fe.
Sana diversión para los mil doscientos jóvenes que a lo largo de este fin de semana han vivido una experiencia única de encuentro regional. Nuestros representantes de la diócesis de Albacete han sido jóvenes de Villalgordo del Júcar, de la parroquia Corazón de Jesús de Hellín, La Gineta, Ossa de Montiel, Caudete y de las parroquias de la capital El Pilar, Buen Pastor, San Pablo, Franciscanos y San José.
Los jóvenes han llegado ilusionados y valoran como positiva esta experiencia de encuentro y compartir. Los testimonios de la mañana del sábado en la mesa redonda han sido gratamente comentados y han calado en el corazón de los jóvenes. Estos testimonios eran de tres religiosos que están trabajando en albergues de transeúntes, comedores sociales y en la cárcel. Las experiencias de la tarde han marcado muchos corazones.
El domingo por la previsión de lluvia, la Eucaristía fue trasladad de un parque a la iglesia de San Juan de Ávila. La misma estuvo presidida por el arzobispo de Toledo, acompañado por el obispo de Sigüenza-Guadalajara, D. Atilano Rodríguez.
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