Hola a tod@s, inauguramos hoy esta nueva sección dentro de nuestro blog. En ella podréis encontrar sugerencias de películas que al equipo de Reliengancha nos han gustado y queremos compartir con vosotros.
Para estas navidades os recomendamos dos películas muy acordes con estas fechas: Natividad (2006) para los más pequeños y el clásico por excelencia ¡Qué bello es vivir! (1946) para los más mayores. Ambas películas os harán disfrutar de un buen rato de entretenimiento y emociones a raudales, os lo aseguro.
Os dejamos una pequeña introducción de cada una de ellas para abriros el apetito:
Natividad (2006)
La historia del nacimiento de Jesús, desde la Anunciación a María a la huida a Egipto de la Sagrada Familia.
María está interpretada por Keisha Castle-Hughes, nominada al Oscar por Whale Rider (2002). Nos brinda un look lejano a la iconografía clásica de estampa, y ofrece el rostro de una joven de dieciséis años, hermosa, pero no según patrones convencionales, y con rasgos étnicos nada europeos o anglosajones. El guión muestra a una chica con los problemas de su edad y en su cultura: una gran sumisión a su familia, obediencia a veces sacrificada, noviazgo apalabrado por sus padres, coqueteos de sus amigas con los chicos del pueblo… El personaje está interpretado con mucha sobriedad, quizá demasiada en ciertos momentos, y da lugar a una María que a veces parece meditativa, a veces preocupada y temerosa, e incluso triste en alguna ocasión. Pero su mirada es siempre pura, luminosa e inocente.
¡Qué bello es vivir!
En nuestro Cineforum se trata, como siempre, de encontrar una coartada que nos haga reflexionar. De acuerdo con la trama de la popular fábula cinematográfica “¡Qué bello es vivir!”, nos podríamos plantear: ¿Cómo sería la vida que nos rodea si no hubiéramos nacido y si, por lo tanto, no estuviéramos en ella?
Durante la Nochebuena de 1945, abrumado por la repentina desaparición de una importante suma de dinero, George Bailey (James Stewart), dueño de una empresa de préstamos de la pequeña localidad de Bedford Falls, y que siempre ha colaborado por el bien de la gente de su pueblo, toma la desesperada decisión de suicidarse. Considera que su vida ha sido un fracaso, un esfuerzo inútil, y que arrastrará a los suyos a la miseria. Dado que su seguro de vida es lo único que le queda para ayudar a su familia, decide quitarse la vida: “-Valgo más muerto que vivo”. En el último instante, Clarence, un viejo ángel que aún no ha conseguido sus alas, le hace recapacitar. Cuando deja de obsesionarse con su situación y decide ayudar a otro que necesita ayuda, empieza su salvación. La vida se llena de sentido cuando se convierte en un don y uno es consciente de ello o lo procura.