El pasado 16 de diciembre, Francisco Sevilla, le entregaba al Santo Padre la imagen de nuestra señora Patrona que la Real Asociación de la Virgen de Los Llanos había preparado para la ocasión. Se trata de un momento histórico para Albacete pues es la primera vez que un Sumo Pontífice recibe un obsequio tan singular de manos de un albacetense.
lunes, 30 de diciembre de 2019
El don de la familia por José Joaquín Tárraga
Hoy, la liturgia de Navidad nos
invita a contemplar a este niño que nace junto a María y José. Juntos forman la
familia de Nazaret. De ahí que le llamen “el nazareno”. Jesús nació en una
tierra concreta, creció dentro de una familia y de una sociedad de su época.
Jesús, aquel que para nosotros es Mesías y Salvador, se encarna como uno más.
Para mostrarnos esa familia de Nazaret, se nos invita a meditar la huida a
Egipto. Un padre, José, que recibe en sueños la voz del ángel que le dice que
salve al niño. Que proteja, cuide y mantenga a salvo al que será la salvación
de todos. Herodes, signo del rechazo de Dios y la búsqueda del mal, no vence a
esta familia de refugiados donde crece el que tiene que traer la Buena Noticia
del Evangelio.
Una familia que protege, salva, sana y acompaña. Familia que
acompaña y, con sacrificio, vence dificultades y problemas. El evangelista nos narra
este pasaje con rasgos muy parecidos a los de Moisés: matanza de niños, Egipto,
huida, rescate, salvación… Este niño que ha nacido, verdaderamente, nos trae la
salvación; es el que anunciaron los profetas, el que esperamos.
Y en esa
familia de refugiados de Nazaret, San José. Muy poco hablamos de él. Hoy lo
vemos como custodio de lo más preciado para Dios: María y Jesús. José, hombre
bueno, que ama sin esperar nada a cambio y en el que podemos ver los valores
que se nos proponen como modelo para vivir en familia: compasión, humildad,
paciencia y perdón.
Hoy es día para agradecer el don de la familia. El lugar
donde se te quiere tal cual eres y no por lo que tienes. La familia motivo para
cuidar y proteger como institución que es motor de la sociedad. Y es, en
familia, donde debemos cuidar los rasgos de la propuesta evangélica: amor entre
los esposos (con diálogo y respeto), confianza entre padres e hijos, atención a
los débiles, abierto a los necesitados, formación y crecimiento en la fe…
Mucho
de lo que somos se lo debemos a la familia. Es de bien nacido ser agradecido.
Atrás las perezas, cansancios y las desilusiones. Pongamos esfuerzo, renovación
y confianza. Y, aunque falten muchas cosas, que nunca falte el amor.
miércoles, 25 de diciembre de 2019
¡Contemplemos y adoremos a nuestro Salvador! por Mons. Ángel Fernández. Obispo de Albacete
¡Feliz
Navidad a todos, queridos hermanos! El gozo y la alegría invaden nuestro
corazón al celebrar este gran acontecimiento para el cual nos hemos estado
preparando durante el tiempo de Adviento. ¡Es Navidad! ¡Dios se hace hombre
entre nosotros, Dios se hace niño en Belén de Judá!
Ante la
grandeza y el misterio luminoso de la Navidad, Dios que se hace hombre, nuestra
mente se queda perpleja intentando asimilar este acontecimiento desconcertante.
Dos naturalezas, divina y humana, en la única persona del Verbo, en Jesucristo.
Aquel que había dado forma a todo el Universo recibe la condición de esclavo
siendo, ahora, uno más; aquel que era eternamente Dios toma, ahora, una carne
humana, se hace hombre, niño recién nacido; aquel que era adorado en la
inmensidad del firmamento, baja ahora a la tierra y es envuelto en pañales;
aquel que reinaba en el cielo reposa, ahora, en un pobre pesebre.
Ante este
misterio de amor divino, la Iglesia nos invita a asimilarlo desde una actitud
profundamente contemplativa, de gozosa admiración y alabanza. “Y el Verbo se
hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como
del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).
En la
liturgia de la Navidad, hay una invitación constante a acercarnos a este hecho
admirable con una mirada contemplativa y gozosa. Mirada que sólo es posible
realizar desde la fe. Porque sólo desde la fe es posible penetrar la hondura
del misterio; sólo desde la fe es posible descubrir la grandeza de Dios
manifestada a través de la pequeñez del niño de Belén. La gloria de Dios, que
es la manifestación de su presencia y de su cercanía, sólo es percibida por los
creyentes, es decir, por los que saben fijar su mirada no en lo superficial, en
lo que aparece, sino en la hondura del misterio.
Los salmos
nos ayudan a adentrarnos en la profundidad del acontecimiento: la manifestación
del nacimiento eterno del Verbo que, desde la eternidad, procede del Padre: «Tú
eres mi Hijo: Yo te he engendrado hoy» (Salmo 2). Y las del Salmo109: «Eres
príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te
engendré como rocío antes de la aurora». Al proclamar estos salmos, la
Iglesia no piensa sólo en el nacimiento de Belén, sino que su mirada se adentra
en la misma intimidad del misterio eterno de Dios, pues el nacimiento temporal
de Cristo de las entrañas de la Virgen María no es sino la prolongación y
manifestación de la generación eterna del Verbo. De este modo, la intimidad de
Dios se proyecta en el tiempo y se encarna en la historia, en un contexto humano
entrañable: Dios se hace hombre, niño recién nacido en Belén.
Jesucristo, el Hijo de Dios,
acepta la pobreza de nuestra carne a fin de hacernos entrar en posesión de las
riquezas de su divinidad. Aquel que es la plenitud de la vida se vacía de sí
mismo, se despoja de su gloria a fin de hacernos participantes de su propia
plenitud.
Agradecidos,
contemplemos y adoremos a nuestro Salvador, al Niño Dios, a Jesucristo
Redentor. Y cristianicemos nuestras casas e instituciones con signos y objetos
navideños. Vivamos y celebremos cristianamente la Navidad. ¡Feliz Navidad a
todos!
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