La fiesta de la Ascensión
proclama y celebra el triunfo pleno de Jesús. Pero la Ascensión no es un
desplazamiento espacial, aunque, como humanos, tengamos que expresarlo así. No
celebramos esta fiesta como la despedida de un familiar al que acompañamos a la
estación y esperamos hasta que arranca el tren.
La fiesta celebra, como se decía
más arriba, el triunfo de JESÚS. El que se abajó hasta la muerte es exaltado a
la gloria del Padre. Deja de estar limitado por las coordenadas del tiempo y
del espacio, propias de quienes nos movemos en la historia, para entrar en la
dimensión de Dios que las transciende. Eso queremos decir cuando confesamos en
el Credo que "está sentado a la derecha del Padre".
La Ascensión no inaugura una
ausencia, sino una forma nueva de presencia. En la Ascensión Jesús nos pasa el
testigo de la misión. Se despide enviando: "Id al mundo entero y proclamad
el Evangelio a toda la creación". Era como decirnos que nosotros somos
ahora su cuerpo, sus manos, sus pies, sus labios, su corazón. Él nos acompaña
con la presencia de su Espíritu. Por eso, aunque no debemos de dejar de mirar
al cielo, donde está nuestro destino de gloria, no podemos quedarnos mirando al
cielo. Tenemos tarea, la hermosa tarea de prolongar su misión. "Ellos —dice
el evangelista— fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor
actuaba con ellos y confirmaba la palabra con los signos que los
acompañaban".
¿No era una pretensión
desmesurada que once hombres débiles, sin recursos, llevaran el Evangelio a
todos los pueblos? La tarea sólo podrá ser llevada adelante si nuestra
debilidad es visitada por la fuerza que Dios ha puesto en obra al resucitar a
Jesús de entre los muertos. Con esa fuerza, capaz de desafiar el poder de los
emperadores de Roma y las persecuciones, se extendió y se seguirá extendiendo
el Evangelio.
Precisamente por eso del envío y
de la misión, la Iglesia celebra coincidiendo con esta fiesta la Jornada
Mundial de las Comunicaciones Sociales.
Con este motivo el papa Francisco
ha encabezado su mensaje de esta 52° Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales con el lema "La verdad os hará libres" (Jn 8,32). A este
fin, ha añadido un subtítulo: "Fake news (noticias falsas) y periodismo de
paz".La comunicación humana es una modalidad esencial para vivir la
comunión entre las personas, pero nuestro egoísmo orgulloso puede
distorsionarla, convertirla en causa de división. Por eso, el papa Francisco
exhorta a los comunicadores a retornar a la esencia de su profesión, a su "misión"
de "ser custodios de las noticias", a "buscar soluciones
alternativas a la escalada de mentiras y de violencia verbal presente en
algunos medios".
El papa Francisco reflexiona
sobre el fenómeno de las noticias falsas, las "fake news".
Profundizando sobre este fenómeno de las noticias falsas, asegura que está
basado en datos inexistentes o distorsionados, que tienen como finalidad
engañar o incluso manipular al lector para alcanzar determinados objetivos,
influenciar las decisiones políticas u obtener ganancias económicas.
Estas falsas noticias se difunden
a través de las redes sociales y, a pesar de carecer de fundamento, obtienen
una visibilidad tal que incluso los desmentidos oficiales difícilmente
consiguen contener los daños que producen. Su estrategia es la del "padre
de la mentira" (Jn 8,44). El Papa recoge a este propósito una cita
interesante de F. Dostoyesvski: "Quien se miente a sí mismo y escucha sus
propias mentiras, llega al punto de no poder distinguir la verdad, ni dentro di
sí mismo ni en torno a sí, y de este modo comienza a perder el respeto a sí
mismo y a los demás...". (Los hermanos Karamazov, II, 2).
El Papa nos advierte también del
riesgo de convertirnos "en actores involuntarios de la difusión de
opiniones sectarias e infundadas". Ante este complejo panorama, el Santo
Padre propone dejarse purificar por la verdad; una verdad que, entendida desde
la visión cristiana, "tiene que ver con la vida entera: es aquello sobre
lo que uno se puede apoyar para no caer".
Para concluir, el Papa asevera
que el mejor antídoto contra las falsedades son "las personas que, estando
dispuestas a escuchar, permiten que la verdad emerja; personas que, atraídas
por el bien, se responsabilizan en el uso del lenguaje". No quiero
terminar estas letras sin felicitar cordialmente a tantos buenos periodistas,
que, con su información, prestan un admirable servicio a la verdad y a la paz.